(LEER I)
Me refiero a leer por puro placer. Coger un libro, abrirlo y empezar a leer. Leemos por obligación cuando estamos en la escuela, en el colegio, o en la Universidad. Pero me refiero a leer por gusto. Sin que nadie nos obligue. Aunque no hayamos estudiado nada. Ni nunca. Leer Literatura.
La lectura, ¿nos hace mejores?, ¿más inteligentes? ¿Por qué aceptamos sin titubear que Flaubert con Madame Bovary, o Cervantes o Shakespeare o ese hombre que se despierta una mañana convertido en insecto y más, muchos más, son Patrimonio de la Humanidad? Seguimos leyendo, a través de los siglos, a pesar de las modas, en tiempos difíciles como estos.
Mircea Cârtârescu nos dice que la lectura no nos ayuda a ser más culto, sino a ser una persona más verdadera. A entender mejor la vida.
Cada persona tendrá una respuesta si le preguntamos por qué lee. Una dirá que le gustan las novelas de amor, a otra le aburrirán y leerá una de intriga, o de acción, o de ciencia-ficción, o biografía, ensayo, o le gustarán todas. Para unos, Jane Austen será antigua, otros dedicarán su vida a estudiarla. Pero todos, al leer, nos sumergimos en el mundo que ha creado el autor. El libro que uno leyó de un tirón, otro dirá que no pudo pasar de la tercera página. Uno querrá leer a los clásicos, otros a los superventas. O descubre un autor al azar.
Leemos y, al hacerlo, compartimos otras vidas, otros puntos de vista, otros mundos. “Yo empiezo a leer y es que no oigo ni el tapón de la olla exprés”. Esto oí a un ama de casa que, en mitad de la mañana, cogía un libro y, palabra tras palabra, se enganchaba a la lectura y no podía parar de leer. Hubiera querido que la hora de la comida se encontrara lejos. El ruido del tapón de la olla no le afectaba porque no lo oía, sumergida en la lectura.
Al leer, aprendemos de otras vidas, para la nuestra. La lectura nos hace pensar, imaginar, plantearnos situaciones, ser críticos. La palabra cura, enseña, reconforta. Ha habido momentos que a la palabra se le ha considerado subversiva y se han quemado libros y encarcelado escritores. ¡Qué poderosa debe ser! Incluso en la actualidad se están prohibiendo obras. Siempre da miedo esto.
Puede que ante la pregunta ¿por qué leemos?, si nos la hicieran de repente, no supiéramos qué contestar, pero todos sabríamos contestar a la pregunta ¿cuándo empezaste a leer? Unos desde pequeños, con los cuentos, a otros, el cine les ha llevado a la literatura. Habrá algunos que cogieron un libro por casualidad y les resultó tan placentero que siguieron leyendo. O una experiencia le llevó a ello. Por ejemplo, Jose Luis Sampedro cuenta que se hizo lector el año que pasó en un pueblecito soriano. El, que venía de Tánger, ciudad cosmopolita en los años veinte, se encontró un mundo radicalmente opuesto. Lo salvó de la soledad un cuarto trastero, que encontró lleno de libros. Se sumergió en aquellas páginas y dejó de estar solo.
Ahora, una nueva generación se ha iniciado en la lectura con Harry Potter. Será interesante conocer su evolución, tan unida esta generación a los móviles y a otras pantallas. Continuamente nos dicen que el libro va a desaparecer. Quién sabe si lo hará más pronto que tarde, pero ahí sigue.
Al leer, estamos solos ante el papel y las letras. No hay imágenes, ni gente gesticulando como en el teatro o en el cine. Aun así, leemos. Entonces, al leer, por algún proceso que se desarrolla en nuestro interior y es individual de cada uno, nos sumergimos en esa trama que alguien inventó, y hace que lo vivamos intensamente, como parte de la vida, como si fuese el mundo real.
Puede que, al comentar un libro, guste a otra persona. Habremos encontrado, entre él o ella y nosotros, un lugar común.
Tenemos que estar agradecidos a los autores por crear esas obras. Porque, no nos olvidemos, las palabras son caprichosas, a veces juegan con nosotros. ¿Quién no tiene la experiencia de, al intentar decir o escribir una palabra en una frase, no poder dar con la maldita palabra? Puede convertirse también en un arma de doble filo, a P. de Mac-Mahon, Mariscal de Francia, le ocurrió que, tratando de explicar los estragos de la fiebre tifoidea, le soltó a su auditorio:
-La fiebre tifoidea es algo terrible: o te mata o te deja idiota. Lo sé bien porque la tuve.
Razones estas, escoger palabras con precisión, que nos llevan a valorar más a los escritores que han sido capaces de conseguirlo. Que convierte la obra de algunos en obras de arte ¿A través de qué mecanismos llegan a lograrlo? No se puede expresar mejor que como lo expresó Rainer María Rilke:
“Se debería esperar y acumular sentido y dulzura, y solo después, muy al final, quizá se pudieran escribir diez líneas que fuesen buenas. Pues los versos no son, tal y como la gente cree, sentimientos. Son experiencias. Hay que ver muchas ciudades, personas y cosas. Tiene uno que conocer a los animales, tiene uno que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimientos hacen las flores al abrirse… pensar en despedidas que hacía tiempo se veían llegar…en días de la infancia que aún siguen siendo un misterio. Tiene uno que tener recuerdos de muchas noches de amor, de gritos de parturientas…Pero también tiene uno que haber permanecido sentado junto a los muertos. Y aun así no es suficiente, aunque uno tenga recuerdos. Hay que poder olvidarlos y tener infinita paciencia para esperar que vuelvan…Y entonces, puede suceder, que, en una hora muy rara, del centro de ellos, se eleve la primera palabra de un verso.”
Una persona elige un libro, lo abre y empieza a leer. Y hay veces en que la compenetración entre autor y lector es tan grande, conectan tan bien uno y otro, que el tiempo no pasa, el tapón de la olla no se oye y a la silla le ha salido un imán que no le deja a uno levantarse. Pero antes de llegar a este momento, el autor experimentó, conoció ciudades, hombres, mares y caminos, amó, sufrió, olvidó, recordó y, después de esto, mucho después de todo esto, fue generoso y escribió.
Lola Núñez Martín
Muchas gracias, Lola, por esta magnífica disertación sobre el acto de leer, sobre todo y tanto que lo rodea. Das claves muy buenas sobre su importancia y su valor.
Leer, lo creo profundamente, nos hace mejores. Intentar escribir, al fin y al cabo, nos da continuos motivos para seguir leyendo. La palabra es el elemento primigenio de casi todas las cosas buenas de este extraño mundo. Hasta cuando vemos o creemos que alguien las pervierte -quizá sin saberlo-, tenemos la ocasión de analizarlas, criticarlas, intentar combatirlas, mitigarlas, rebatirlas, pero siempre hay que leerlas, salvo que la intención sea claramente maligna.
Leer es un acto liberador, enriquecedor, sanador. Un clavo al que agarrarse sin necesidad de que arda.
Gracias, Antonio. Por todo esto que tenemos en común y compartimos, formamos parte de esta Tertulia que tan buenos ratos nos da.Ya lo dijo Borges «Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.» Y no se me ocurriría discrepar. Nosotros, como tantos, formamos parte aquí de la gran comunidad lectora.
UN ESCRITO MUY BELLO , EL DE POR QUÉ LEEMOS DE LOLA NUÑEZ. Y ME QUEDO QUE SEGURO PARA SER MEJOR PERSONA Y APRECIAR LA VIDA, COMO DEMUESTRA LO HACE ELLA CUANDO ESCRIBE.
Gracias por tu tiempo para leerme. Apreciar la vida y, a veces, salvarla, porque la literatura salva vidas, como dice mi querida amiga Pila Adón.
Buenas tardes Lola, hasta hoy no pude leerte como te prometí. Es magnífica esta disertación tuya sobre la lectura y sus entresijos; es un misterio siempre el que nos lleva a elegir a un autor o a otro. Pero lo realmente importante es leer, leer siempre. Lo expresas muy acertadamente. Un abrazo.
Gracias, Emilia, eres muy amable. Sí, lo importante es leer. Ya nos lo dijo Virginia Woolf: «Lo importante es leer, escribir es secundario» o Borges: » Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído» o ayer mismo, Sofía Balbuena: «Publicar está sobrevalorado.» Me alegro que coincidamos.
En «La Tribuna» Emilia Pardo Bazán describe la costumbre de leer la prensa en voz alta en la Fábrica de Tabacos de Marineda en los años que siguieron a la Revolución de 1868 : «En cada taller había una o dos lectoras; les abonaban sus compañeras el tiempo perdido, y adelante.». El hecho era reseñable porque hasta muy avanzado el siglo XIX, con independencia del elevado analfabetismo femenino, la lectura de periódicos que recogían la actualidad política era reserva del varón, en contraposición a las novelas que se consideraban más propias de la irracionalidad femenina.
Sí Lola, la lectura nos hace pensar, imaginar, nos pone en contacto a otros tiempos y otras voces y por ello es poderosa y mágica.
Gracias, Susana. Tus comentarios agrandan y de qué manera, los artículos. Una suerte para los que somos agraciados con tu lectura.