En el temblor de tus pechos planté las semillas de unos versos.
No es tiempo de siembra sino de silencio
donde contemplar
el infierno de las voces
en las que algunos bebieron.
Y en este sigilo,
con el fuego del poema,
arde la violencia, el vacío…
CÓMO escribir,
cómo saber si el poema tiene alma,
anhelo, transparencia
del amor que olvidé
en aquel jardín
al que no vuelvo.
Cómo expresar que el poema no es materia
sino reflejo de las piedras,
eco de la vida que saltó
huyendo de la violencia callejera
hasta refugiarse en el último rincón
de estas soledades.
Prendo fuego sin medir su alcance.
El poema es la memoria
que guarda la imagen de un beso
prendido a la hoguera del vacío.
Un desapasionado pensamiento
en el fondo de un cofre sin tesoros;
un saber ignorante que duele
en el rostro de los versos.
Arde la ignorancia
El poema es la casa,
la voz que enmudeció,
la tarde que rueda en la lujuria de la luz
mezclada con la fiebre de los ruidos
y el azul de un silencio.
Es gesto
que arranca del olvido
el aire
donde sólo está
la victoria de una mirada
y mil abrazos
venciendo a la muerte.
Arde el olvido
Cómo escribir si el poema no es la luna
sino el pan que aborté
al cerrar la puerta creyendo
que el cielo no miraba.
Arde el olvido.
Todo se quema
El poema es lo que no fui
dulzura deseada;
fuego de las llagas
que el alma avivó
mientras aguardaba;
un trazo que dibuja generoso
el vino agrio de la noche;
una palabra que encuentra
el solemne verbo del querer
preñada entre los muslos
de tu sexo.
Cómo respirar el poema
en esta mesa desnuda
donde nadie me invitó
y llueve
deshaciendo los versos
en la apatía de un ayer
que roba
el ímpetu de amar.
Arde todo

Fantástico!