Si algo nos ha enseñado el apagón es que conviene no sacar demasiadas conclusiones

Iba a escribir un texto bastante llano sobre cómo una escapada puede hacerte cambiar de perspectiva sobre ciertas cosas que tienes asumidas, pero como nadie es dueño de su destino ni de lo que puede pasar en las siguientes dos o tres horas de su vida, me limito a aferrarme al carpe diem, porque si algo nos ha enseñado el apagón absoluto, es que conviene no sacar demasiadas conclusiones. Sobre nada. Y eso que hace cinco años íbamos a salir mejores, ¿os acordáis? De esas horas sin electricidad hemos salido, sin duda, mucho más cínicos y aún más vitalistas. Solo así se explica la alta demanda de hornillos y de agua embotellada, la necesidad de fabricar crónicas a través de memes y las prisas por ser los primeros en contar que estaba pasando algo que todo el mundo ya sabía. La predisposición al desastre, además, nos hace también ser profundamente previsores.
En plena pandemia hubo mucha gente que llegó a la conclusión de que, pasase lo que pasase, lo importante era llegar al apocalipsis con el culo limpio. En este conato de oscuridad primaveral, esa mayoría silenciosa a la que todos los políticos apelan se lanzó a la calle dispuesta a que, por encima de su cadáver, no sobrase un solo filete de ternera. Sospecho que son los mismos que sienten tanto respeto por su culo como por su consumo diario de proteínas.
Cabe preguntarse si la indecisión política por la que todos los partidos se pelean no se gestionaría mejor en un escenario sin electricidad: bastaría con ofrecer los mejores memes o el mejor camping gas. El mundo, que dentro de lo que cabe es un caos con cierto orden, es un lugar maravilloso, y acontecimientos históricos como una pandemia o un apagón de escasas horas, sacan lo mejor de cada cual, nos pongamos como nos pongamos. Basta con rendirse ante la evidencia de no poder salir de casa, que el tren no vaya a moverse en un buen rato, o el móvil siga sin funcionar. Aunque siendo honestos, ¿quién quiere pasarse media vida cantando en una plaza o ayudando al vecino a subir hasta el séptimo? Bastaron unas pocas horas, unos aplausos y media casa encendida por las urgencias, para volver a ser lo que siempre quisimos ser: expertos de todo, miedosos, vecinos con horcas y antorchas deseando dar con una bruja que justificase las ganas de prenderle fuego a la hoguera. Miramos hacia el cielo en busca de respuestas, pero como no llegaban, volvimos a buscarlas en nuestros teléfonos, y como seguían sin llegar, buscamos cuanto antes aliados para nuestra furia desatada.
¿Cómo vamos a consentir que nadie pague caro el habernos dejado sin datos durante un día entero? Y aún así y por increíble que pueda parecer, lo cierto es que en el fondo no ha pasado absolutamente nada. Esa es la verdadera noticia: no ha pasado nada. El apagón nos ha colocado ante el espejo y nos ha demostrado que un contexto alejado de la histeria absoluta de la opinión, del fango, del diario deseo de implosión, del navajazo de unos y los tiros de otros, nos aburre, nos hace solitarios en nuestro deseo de catarsis y acaba siendo, mal que nos pese, el mejor remedio para todos nuestros males. Daos un paseo por las redes y lo veréis. En el pico de la supuesta crisis, mientras unos cantaban y otros hacían lo que podían para aguantar el chaparrón, hubo una parte importante de esta mal llamada sociedad civilizada que se frotaba las manos pensando en la próxima guerra. Me asusta pensar que hay demasiada gente que quería precisamente eso, y cuando no pasa nada, es lo que quiere: que pase de todo, como si les consolase ver el mundo arder y en su soledad total les bastase con darse la razón a sí mismos y dormir calentitos con un “si ya lo sabía yo”. Menos mal que al final no pasó nada.

Querido Lázaro tus reflexiones son magníficas. Creo que de seguir así tienes un libro que se llame PAPELES EN LOS BOLSILLOS. Me parece genial esta expresión como etiqueta del blog y como título de un libro.
Gracias por ponernos frente a tus palabras que fluyen divertidas y certeras. Espero que alguien más que un servidor las lea y también reflexione, que de eso se trata.
Un abrazo grande, compañero del alma, compañero.
Estás reflexiones, entre las muchas cosas que provocan, es un gran alivio. Qué bueno que todavía hay gente que busca el subtexto de lo que sucede. Gracias Làzaro